Un año más nos ataca el bebé en pañales cargando sus vetustos arco y flecha, cuando la revolución industrial nos ha atacado desde hace siglos, pudiendo usar una granada de plasma cual Master Chief para pillarnos y hacernos sentir gusanos en la panza, sin la necesidad de haber comido tacos de 3 x $5 afuera del metro Indios Verdes y dándonos la misma picazón en la colita que no es provocada por las lombrices, sino por la calentura pre-primaveral que invade a los cuerpos de las parejas deseosas de expresar su amor en un hotel garage de Calzada de Tlalpan e inmortalizar la cita en un video porno que será vendido a las afueras del metro San Cosme.
Esta virginal escribana nunca ha pisado un hotel de paso con la intención de hacer que su cuerpo se posea del deseo carnal, pero si lo ha hecho para solicitar la ayuda del amable gerente para que le rente un cuarto y poder hacer una fiesta con frutsis y el Mago Merlín como atracción principal, sin embargo fue una situación embarazosa dado que se me ocurrió ir con un amigo y al salir de ahí en su camioneta, el semáforo traicionero había detenido el transitar de los autos y evidenciaba mi salida, que a pesar de haber sido una visita con fines de sana diversión, parecía tan pecaminosa y las miradas inquisidoras nos veían alejarnos pero desgraciadamente, entre esas miradas estaba un conocido que tiempo después, me cuestionó sobre esa visita y mi intachable reputación de fiel servidora del feudo y abnegada cristiana, católica, apostólica y romana, como no.
El catorveavo día del segundo mes del año nunca ha sido de mi total agrado, ni en la primaria porque era un poco antisocial y lo bastante fea como para que ninguno de mis compañeritos pensase que ese pequeño adefesio se convertiría en la flor más bella del feudo [porque este no es un ejido] cual historia de Hans Christian Andersen, pero por mi exceso de sabiduria no podría participar en un certamen de belleza. Otra razón por la que no soy adepta de estas celebraciones paganas, es porque sólo soy una mozuela más que le debe florines a la malvada bruja y por tanto, mi salario va a dar a sus garras y no me queda ni un florín partido a la mitad para comprar regalitos. Otra, es porque no hay a quien comprarle regalitos en tan rojizo día.
Además, ¿para qué necesitamos un día rojo? ¿somos masoquistas? ¿no nos bastó con el Holocausto? ¿es que acaso no nos queremos? Sí, a la vez de que es un día donde la lluvia no es agua condensada en las nubes, sino miel y todo es dulzura, es un día donde algunos rozagantes y bizarros jovenes le declaran su amor a aquella Rapunzel con la latente posibilidad de que a pesar de su gallardía, sean rechazados y sus corazones queden destrozados y sangrando como si fuese un sacrificio al dios romano de la fertilidad: Lupercus y no les quede más que regresar a rastras a sus casas y refugiarse en la obscuridad de sus sotanos, si tienen y sino, se van a resguardar a la taberna más cercana.
Ahora que eso de considerar esta ocasión como un momento para celebrar de igual manera a la amistad, yo siento que a Cupido ya se le andaban acabando los clientes y decidió disparar a incautos que a las luces neón del bar y el calor de las cubas mal servidas, los hace creer que el de a lado es su más grande amigo a pesar de haberlo conocido hace media hora. Y no es que yo esté toda amargosita como la Malvada Bruja, es sólo que no considero necesaria semejante celebración porque amigos, tengo los necesarios y saben cuanto los quiero y amores, no tengo porque está muy lejos y aunque ayer me felicitó, sólo fue por mera costumbre de su región y yo le respondí la felicitación porque mi abuelita [q.e.p.d] me enseñó a ser educada.
Si usted, querido lector, desea tomar esta ocasión como parte de la mercadotecnia de los centros comerciales para elevar sus ventas después de la cuesta de enero y hacernos deberle hasta los calzones a las tarjetas de crédito, no se equivoque, pues aunque creamos que este día es invento del calendario gregoriano y de la globalización, en realidad si existió un padrecito llamado Valentín al cual, el Papa Gelasio le hizo el favorcito de ponerle el "San" antes de su nombre para que así la gente pudiera decir todos los 14 de febrero: "Feliz Día de San Valentín"... por lo tanto esto es más religioso y amerita ser día de guardar y no andar como conejos.
Yo me voy, porque tengo que preparar la cena que los pecadores del feudo piden cada año para celebrar dicha ocasión, además de que debo alistar los vestidos de la Señora Feudal y de la Malvada Bruja para que se vayan a echar el bailongo en la noche en tan pomposa ceremonia donde sin duda, el hijo de Venus y Marte andará acechando casaderos y será la ocasión perfecta para platicar con él sobre las actualizaciones de sus instrumentos de cacería que ya están bastante gastaditos. Y usted, queridísimo lector, use condón y cheque muy bien su habitación de hotel para que no le salgan con la cámara escondida y no se vea plasmado en plena acción en un video casero expuesto afuera del metro de su preferencia.
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