Las taquilleras del metro deberían desayunar, comer y cenar All-Bran

21.9.09

¡Es que están cabronas las condenadas! Vaya, entiendo que eso de estar aplastada en una silla incomoda dentro de un cuarto de dos por dos y todavía, viendo personas feas [en su mayoría, pues; no nos hagamos los "¡pinche LauRa loca, yo estoy guapísim@!"] pasar a pedirles boletos del metro o recargas de tarjetas, es innegablemente espantoso, pero ¡coño, qué no pueden ser un poco más amables?

Todavía de que les pagan por hacer un trabajo que cualquier hijodevecina con tres dedos de frente puede hacer, ponen jetas, avientan el cambio y te contestan como si les estuvieras pagando un boleto del metro que les debes desde hace 40 años y con ese dinero, no habían podido darle de comer al hijo leproso, al marido huevón y al sobrino encarcelado ¡pinches viejas! Aunque, aclaro, que una de cada millón, es la mar de amabilidad y hasta sonríe... pero esas sólo se dejan ver una vez en la vida [a mi ya me tocó ¿y a usted?].

Hoy, cuando regresaba a mi casa, mi querida tarjeta sólo tenía $1.00 M/N de saldo, por lo que, muy conciente de mi situación de pobreza, decidí meterle otro $1.00 M/N para que con eso pudiera meterme después de ver como "cateaban" las mochilas de los incautos.

Sin embargo, yo iba entre estresada y entre ataquedepánico [que se ha hecho muy recurrente por cuestiones que no pienso abordar en estos momentos] que cuando llegué a la taquilla, como siempre procuro, le sonreí a la taquillera y le pedí que le metiera $2.00 M/N a mi tarjeta y la campana del primer round sonó:

Taquillera hijadelachingada: ¡Aquí no hago recargas! -dijo muy grosera y déspotamente mientras tenía un teléfono pegado a su putrefacta oreja.
LauRa: ¡Bueno, entonces dame un pinche boleto! -dijo muy encabronada e igual de déspotamente porque no se pinches vale, además de que si no dice pinche, no se siente satisfecha.
Taquillera hijadelachingada: ¡Aaaaah! [con un tono de Doña asombrada] ¡No te voy a vender nada por majadera! -respondío haciéndose de la boca chiquita y tomando los $2.00 M/N que LauRa había depositado en la cuneta donde uno da y recibe los bienes de este servicio.
LauRa: ¡Pues no me vendas nada, pinche jodida y que esos dos pesos te sirvan para comprarte All-Bran! Y sí, ¡Chingatumadre! -le contestó al momento en que se dió la vuelta y se fue.


Si usan el metro 4 Caminos, no compren boletos en las taquillas donde los atienda una señora de complexión media, cabello castaño obscuro y chino, harrrrrrrrto maquillaje y un lunar bastante grande en la mejilla derecha, porque seguramente lleva años sin novio y ya hasta tiene telarañas por ahí o... está estreñida.

¿Recuperé mi mojo?

2.9.09

Encontrábame sumida en una depresión pre-parto porque nadie me pela, que estoy bien pinche fea pero tengo una letra muy bonita y el dedo meñique de mi pie izquierdo es precioso, que llevo años sin probar las mieles del amors y que me voy a quedar sola y que terminaré como La Loca de los Gatos [la de Los Simpsons, pues] y que la verga del muerto, cuando creí que un rayito güero reguetoñero quería iluminar mi camino.

Regresaba yo muy feliz de la escuela y caminaba por la esquina de mi casa cuando de repente, un reguetoñero se me acerco. Inmediatamente pensé hasta en quitarme mis tenis para darselos y que no me hiciera nada, pero muy amablemente [si así se les puede calificar a sus acciones] me preguntó mi nombre. De igual forma, atiné a responderle con una sonrisa [que más bien siento que fue una mueca entre "no-me-robes-vivo-por-aquí" y "tengo-miedo"] para despistarle y le pregunté por qué quería saberlo y argumentó "nada más" con una sonrisita desas ligadoras que hacen que las reguetoñeras se bajen los calzones.

Instintivamente, dije para mis adentros: "Esto no puede ser, me quiere ligar y luego quitarme mis prendas más preciadas [o sea, el iPod que se ha salvado en dos asaltos y mi cel que se muere a la menor provocación] o definitivamente su cerebro empezó a funcionar y quiere que lo guíe por el camino de la rectitud y del rock para que vuelva a ser considerado persona." Pero obviamente, estaba muy equivocada: Resulta que estaba jugando verdáoreto con sus amiguitos reguetoñeros y sólo fui parte del castigo "ve-y-preguntale-su-nombre-a-la-primera-pendeja-que-pase-por-aquí".

Y así, después de autodecirme "¡toooooooooooooma!" me fui con mis honores a mi casa mientras escuchaba a lo lejos que gritaban mi nombre con todas sus fuerzas. Yo mejor mi voltée.

Moraleja: Si un reguertoñero te pregunta tu nombre, corre Lalá, corre.