Ya apareció mi celular [agradecimiento especial a Gregorio por despertar a toda la casa como a la una y algo] y por lo tanto, ahora si podré escribir en paz y postear las fotos que tomé con el celular, ayer que Quique y yo nos fuimos a vagar.
Pretendíamos ir al Centro Cultural España a comer, fumar y beber porque qué flojera eso de estar leyendo todo el pinche fin de semana y haciendo tarea y demás, pero ¡pinche marcha, carajo! la hubieran hecho un domingo en la noche y sin pedos, ¿por qué pasar a joderle los planes a los demás?
Como nuestros planes en el dauntaun valieron madre, terminamos tragando en Pizza Hut del Chayito y para bajar la comida [¡confiésomeeeee! me tragué media pizza mediana] nos fuimos caminando hasta el metro Camarones y en el trayecto, nos encontramos esto:
Pretendíamos ir al Centro Cultural España a comer, fumar y beber porque qué flojera eso de estar leyendo todo el pinche fin de semana y haciendo tarea y demás, pero ¡pinche marcha, carajo! la hubieran hecho un domingo en la noche y sin pedos, ¿por qué pasar a joderle los planes a los demás?
Como nuestros planes en el dauntaun valieron madre, terminamos tragando en Pizza Hut del Chayito y para bajar la comida [¡confiésomeeeee! me tragué media pizza mediana] nos fuimos caminando hasta el metro Camarones y en el trayecto, nos encontramos esto:
¡ohpordios ohpordios! Doctor, aplíquele electroshocks
porque la estamos perdiendo ¡tanta porno en sus archivos!
porque la estamos perdiendo ¡tanta porno en sus archivos!
Después seguimos vagando por el H. H. centro de Azcapo pero empezó a llover a lo estúpido y nos tuvimos que refugiar abajo del kiosko que está en el parque del Jeremias Springfield. Estuvimos como una hora y media parados, esperando a que el diluvio le bajara de bolas para correr a nuestras casas, cuando súbitamente sentí como si trajese atorada una ramita en el pantalón a la altura de mi ass.
Obviamente, mi primera reacción fue quitármela para no andar por la vida con una rama colgando del trasero así que, acerqué mi mano y sentí una mordida en el pulgar izquierdo y pensé: "¡Ah, chinga! ¿de cuando a'cá las ramas muerden?" y le pregunté a Quique: "¡no mamars! a ver, revisa que traigo en el pantalón".
Él se volteó para revisar y gritó: "¡no mamaaaars! traes un pinche grillo". Yo repliqué: "¡no jodas! ¿cómo un grillo? los grillitos no muerden y esa mamarrachada me mordió el pulgar y la nalga ¡quíiiiiiiiiiiiiiitameloooooooooooooooo!". Como pudo, me lo quitó mientras yo me doblaba de risa porque ese cabrón le tenía más miedo que yo y casi nos ponemos a llorar ahí.
Juro por Yisus tap-dancing Craist que no lo hubiera matado si no me hubiera mordido, pero el pobre caradeniño terminó ahogado en una coladera del parque y nosotros, en una veterinaria para preguntar que si esas madres son venenosas, que si me voy a morir, que si vamos a dar moka y dedos de novia para mi funeral, que si mi dedo se caería en pedacitos y que si la verga del muerto, pero el veterinario nos dijo que esos pinches insectos tan pinches feos [perdone tanta pinche grosería pero que pinche coraje que me mordió] son tan inofensivos como comestibles.
Estuve a dos de vomitar ahí mismo, pero me contuve y seguimos escuchando como nos decía con emoción que hasta esos insectos tienen cara de Pepe Grillo [¡aaah! ¡que pinche tiernoooooo!] y que no me voy a morir por culpa de ese insecto. Siento como si hubiera renacido y no diré una mamarrachada ambientalista como "no los maten" o algo igual de pendejo, porque que flojera sólo diré que crujen bien chévere.
Obviamente, mi primera reacción fue quitármela para no andar por la vida con una rama colgando del trasero así que, acerqué mi mano y sentí una mordida en el pulgar izquierdo y pensé: "¡Ah, chinga! ¿de cuando a'cá las ramas muerden?" y le pregunté a Quique: "¡no mamars! a ver, revisa que traigo en el pantalón".
Él se volteó para revisar y gritó: "¡no mamaaaars! traes un pinche grillo". Yo repliqué: "¡no jodas! ¿cómo un grillo? los grillitos no muerden y esa mamarrachada me mordió el pulgar y la nalga ¡quíiiiiiiiiiiiiiitameloooooooooooooooo!". Como pudo, me lo quitó mientras yo me doblaba de risa porque ese cabrón le tenía más miedo que yo y casi nos ponemos a llorar ahí.
Juro por Yisus tap-dancing Craist que no lo hubiera matado si no me hubiera mordido, pero el pobre caradeniño terminó ahogado en una coladera del parque y nosotros, en una veterinaria para preguntar que si esas madres son venenosas, que si me voy a morir, que si vamos a dar moka y dedos de novia para mi funeral, que si mi dedo se caería en pedacitos y que si la verga del muerto, pero el veterinario nos dijo que esos pinches insectos tan pinches feos [perdone tanta pinche grosería pero que pinche coraje que me mordió] son tan inofensivos como comestibles.
Estuve a dos de vomitar ahí mismo, pero me contuve y seguimos escuchando como nos decía con emoción que hasta esos insectos tienen cara de Pepe Grillo [¡aaah! ¡que pinche tiernoooooo!] y que no me voy a morir por culpa de ese insecto. Siento como si hubiera renacido y no diré una mamarrachada ambientalista como "no los maten" o algo igual de pendejo, porque que flojera sólo diré que crujen bien chévere.